El mejor lugar del mundo es aquí mismo
Iris tiene 36 años y está destrozada desde la muerte de sus padres en un accidente. Y ese es sólo uno de sus pesares: hace tiempo que su vida se ha convertido en un desierto donde no crece ninguna flor para la esperanza.
Una tarde fría y gris en la que no puede dejar de llorar, sumida en su tristeza, empieza a dar vueltas sin rumbo por el barrio para evitar volver a casa. Justo cuando piensa en cometer una locura, descubre un pequeño café en el que nunca antes se había fijado. Su extraño nombre, "EL MEJOR LUGAR DEL MUNDO ES AQUÍ MISMO" le intriga tanto que decide entrar a curiosear.
Cinco de las seis mesas del local están ocupadas por parejas o por grupos de amigos -personas que nunca antes había visto por el barrio- que charlan animadamente. Cuando se dispone a salir del café, el camarero le indica con un gesto que puede ocupar la mesa libre. Iris, sin saber por qué, no se atreve a llevarle la contraria.
Mientras toma una taza de chocolate caliente y observa a la extraña clientela entra un hombre misterioso que se sienta a su mesa. Se presenta como Luca, un italiano que tuvo en el pasado un restaurante en el barrio. Iris le hace muchas preguntas, porque está segura de no haberle visto nunca, pero con cada respuesta abre nuevos interrogantes que la fascinan. Él le cuenta, por ejemplo, que ese café de nombre tan largo pertenece a un mago retirado y que esa es la razón por la que cada mesa posee extrañas cualidades. La primera, en la que ellos se encuentran, permite leer el pensamiento a quien se sienta en su posición, y se lo demuestra adivinando la impresión que ella ha tenido de él al conocerle.
Conmovida e intrigada por este encuentro, Iris acude al día siguiente al café y encuentra a Luca esperándola en otra mesa, que tiene la propiedad de hacer aflorar el pasado, incluso aquellos episodios que han quedado olvidados.
Durante seis tardes consecutivas, charlarán en diferentes mesas donde suceden cosas