Fuegos con limón
Hilario Goicoechea inicia sus estudios universitarios en el convulso San Sebastián de fines de los años setenta. Hijo de una familia obrera, de la que le separan intereses y mutuos recelos, tímido por naturaleza, ha sido sin embargo tocado por el duende de la poesía. Por casualidad, entra a formar parte de un pintoresco cenáculo literario, La Placa, compuesto por jóvenes literatos, provocativos y arrogantes, que aspiran a encarnar todos los valores subversivos del Surrealismo y que, pese a su juventud, se mueven cómodamente en las aguas del arte y del pensamiento. Mientras fustigan el asfixiante filisteísmo cultural de su entorno, tratan de darse a conocer maquinando las invenciones más extravagantes. Con ellos, Hilario no sólo padecerá las urgencias del deseo y los celos, sino que comprenderá que nada importa tanto como una página bien escrita y que el viejo sueño de hacer arte de la vida, y vida del arte, siempre termina malparado ante la terca torpeza de la miseria cotidiana.